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¿Qué sabemos de Biyina? Bastante poco, tomando en cuenta su condición de artista de vanguardia. Hilvanando los retazos de información que quedan sabemos que Biyina Klappenbach era una mujer de la alta sociedad porteña, bisnieta de Bartolomé Mitre, refinada y con estilo, que estudió danza clásica y pintura. Que no cumplió con el mandato de su tiempo de ser esposa y madre joven, sino viajó a Paris y se empapó de los preceptos de las vanguardias modernistas, tomó clases con el pintor André Lothe y la exploradora de técnicas corporales Marie Kummer.
En una revista Caras y Caretas de julio de 1937, Biyina aparece en un té y desfile de modas en Le Tourbillon de Buenos Aires. Mientras otras invitadas comparten con sus maridos mesas de mantel blanco y teteras plateadas, Biyina —labios oscuros, cejas muy depiladas, cuello de piel de zorro— y una amiga son fotografiadas en la barra del bar “saboreando un copetín”. El epígrafe no hace referencia a su actividad profesional, sólo remarca que su sombrero es de última moda. Sin embargo ya en 1934, el Teatro Lírico Agentino había presentado Ritmos y colores, tres caprichos escénicos: Le village maudit, Les femmes à la mode y La foire folie con actuación, coreografía, escenografía y vestuario de Biyina, y en 1936 había realizado un recital de danza unipersonal donde todas las decisiones formales también habían estado a
su cargo. Para un evento de beneficencia en el Hotel Alvear en 1939, Biyina creó y dirigió una coreografía con un grupo de jovencitas siendo presentadas en sociedad, donde se destacó la performance de Amalia Lacroze Reyes. ¿Podríamos inferir que este contacto con Biyina fue determinante en la pasión que Amalita luego tendría hacia el arte?
Biyina también fue pintora, no tenemos imágenes de sus obras pero el historiador del arte José Luis Pagano, la incluye en el tomo III de su compendio El arte de los argentinos, publicado en 1937, en una sección titulada La contribución femenina. Pagano describe a Biyina en términos de admiración que hoy suenan ingenuamente patriarcales. Tras alabarla como “figura de excepción en nuestro medio” por “la calidad de su inteligencia y su espíritu organizador”, y describirla como “un ejemplo vivo de la unidad de las artes” (refiriéndose a la danza, la música, lo visual, la poesía), Pagano continua: “Sorprende tanto dinamismo en una criatura tan suave y tan femenina. Es la ideadora y la ejecutora de empresas cuya realización haría retroceder a muchas voluntades viriles. Porque esta mujer toda gracia, echa sobre sí misma el peso de iniciativas ingentes, de orden a la vez técnico y estético…Nada expresaríamos si dijéramos: efectúa espectáculos de danza. No concretaríamos lo significativo del aserto. Porque Biyina Klappenbach –ella sola– es todo el espectáculo. Desde la selección de la música a la ideación de las maquetas escenográficas, al dibujo de figurines, a la distribución de tonos, todo es obra suya; y luego su intervención, como centro único del espectáculo mismo. Es ella y sólo ella. Tiene un estilo: el suyo. A él se debe la cohesión de sus muchas expresiones de arte. Su obra la sitúa, como pintora, en el grupo de avanzada”. Por su abordaje integral de la obra, haciendo puente entre el arte del movimiento y el visual, Biyina podría considerarse la primer artista de performance en Argentina.
A partir de fines de los años 40 Biyina se aleja de la danza y desarrolla una carrera como escenógrafa y diseñadora de vestuario. Durante los años 50 y 60 trabaja en varias producciones teatrales junto a destacados protagonistas del teatro argentino, como Ulyses Petit de Murat y Marcelo Lavalle, quien dirige una versión de Hamlet adaptada por ambos. Desde 1959 es la escenógrafa de Moda en TV, en Canal 7 y luego Canal 9, primer programa argentino dedicado a la moda y primera oportunidad para la clase media de ver desfiles en movimiento, un éxito de audiencia que continuaría en pantalla por una década. Biyina también tuvo una columna en La Nación dedicada al arte de recibir, la cual Xul Solar leía con devoción.
No sabemos mucho más acerca de esta pionera: quién la influenció, si conoció a Martha Graham, a Ruth Saint Dennis o a los hermanos Sakharoff, ni quién fue influenciado por ella. No sabemos qué pensaba acerca de su obra ni qué era lo peculiar de su estilo, si la teatralidad, el aspecto visual/formal, la abstracción, los movimientos, las pausas y transiciones o todo junto. Por su energía, capacidad
gestora e independencia, podemos suponer que Biyina fue una mujer moderna además de una artista con una mirada multidisciplinaria, pero no sobrevive ninguna reflexión suya acerca de su trabajo ni de su condición de artista mujer. Lo que sí sabemos con certeza es que aparte de estos fragmentos de información que ahora hilvanamos entre sí, no quedan casi menciones a Biyina en nuestro imaginario colectivo. Una pionera borrada.
De Anatole Saderman sabemos bastante más. Tal vez porque la fotografía, como técnica y medio ya era considerada un asunto serio a mediados del siglo XX, mucho más que los movimientos efímeros del cuerpo de una mujer. Nacido en Rusia en 1904, escapó del hambre y la persecución, emigró con su familia a Berlin, luego huyó del nazismo a Uruguay y Paraguay, donde abrió su primer estudio fotográfico. Se asentó en Argentina en la década del 30. Vivió una larga y productiva vida durante la cual retrató a numerosos artistas: Borges, Pier Paolo Pasolini, Pablo Neruda, María Elena Walsh, entre otros. Expuso su obra internacionalmente —tanto en vida como de manera póstuma—, fundó el Foto Club Argentino y el Foto Club Buenos Aires, obtuvo premios y reconocimiento, su obra está hoy en importantes colecciones, siendo considerado uno de los fotógrafos icónicos del modernismo en Argentina
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