Bienvenida Primavera
6 de Marzo al 4 de Mayo 2019
INFORMACIÓN
Por Jimena Ferreiro
Sí, ya sé que estamos despidiendo el verano y que para la primavera quedan largos meses por recorrer. El calendario indica que los días se van a acortar y que llegará el frío. Pero hace tiempo que Buenos Aires se ha vuelto un poco tropical y que sus inviernos son cada vez más templados. Y, además, la primavera es también un estado de ánimo.
Festiva y siempre joven, la primavera es promesa y ansiedad, sexy y liviana como las Venus de la historia del arte. Es crepúsculo y potencia, eternidad y finitud. Un ciclo vital que termina para volver a empezar, y así siempre.
Me animaría a decir que la primavera guarda un secreto: la dicha de la belleza, que, como siempre sucede en la vida, también esconde su revés más oscuro.
Este cover de la exposición Bienvenida primavera que hoy presentamos en la galería Nora Fisch está dedicado a la obra de Alfredo Londaibere, y es la primera exhibición que se realiza luego de su muerte, en abril de 2017. La cita a la muestra del Centro Cultural Ricardo Rojas que se presentó en septiembre de 1991 es un poco caprichosa, y no tanto, no solo porque Alfredo participó en aquella oportunidad, sino porque luego fue el 1 heredero de la gestión de Jorge Gumier Maier como curador de la galería del Rojas, cargo que ocupó entre 1997 y 2002.
Bienvenida primavera fue la primera exposición colectiva que realizó Gumier con la colaboración de Magdalena Jitrik, y tuvo un propósito “ecuménico”: lograr entrelazar diferentes generaciones de artistas y poéticas en un tiempo que sería bisagra para el arte argentino. Poco después, la discursividad de la época forjaría una serie de adjetivaciones a través de las cuales se identificó a un grupo de artistas ligados a la galería del Rojas. Arte light, rosa, marica, fueron algunos de los términos que aparecieron en los textos críticos del momento, pero ésta ya es historia conocida.
Bienvenida primavera fue la primera aparición pública como artista de Omar Schiliro. La noticia de saberse infectado por el VIH precipitó su vocación de artista, que se extinguió con su vida tempranamente, en 1994. Magdalena Jitrik me confesó hace un tiempo que para ella todo esto que luego conocimos como el “modelo curatorial doméstico” de Gumier, y otras excentricidades conceptuales semejantes, se trataba de algo mucho más vital: una historia de
amor, la de Gumier y Omar, y el deseo de construir un contexto para que su obra pudiera brillar. La curaduría como una historia de folletín; cuánto más lindo si lo pensamos así.
Esta muestra en la galería Nora Fisch es heredera directa de esa trama afectiva y tiene algo de homenaje, pero mucho más de celebración, de vitalismo, de exaltación de las estridencias del color y de la forma, y, naturalmente, de final de fiesta. Porque muchas de las obras más notables de Alfredo Londaibere tienen cifrada en su interior una belleza que es sensual y ligera y, al mismo tiempo, agónica y trágica, como las latas aplastadas en el piso del salón y el
pegote del confeti y la brillantina cuando perdieron su encanto.
Quizás ésta sea una de las claves visuales de los 90: una mezcla de brillo opaco, aplastado y deforme como la banda de alpaca que reviste algunas de sus pinturas, que transforma esas obras en exvotos degradados. Una belleza que resiste obstinadamente su desvanecimiento y que se re-inventa cíclicamente, como la primavera.
“Veo la naturaleza como unidad de forma y sentido”, decía Alfredo. “Siento que a eso pertenezco, que eso soy. Parte y todo. Consciente de lo continuo, de lo integrado como verdad”. Alfredo creía que la pintura podía concentrar toda la capacidad expresiva de un artista y toda la verdad sobre el arte. A lo largo de su vida la exploró, transformándola en una herramienta para la experimentación formal y, al mismo tiempo, en una vía para alcanzar un estado espiritual que se hizo cada vez más explícito en su obra de cara a los años 2000.
Su espiritualidad se expresó en un modo de hacer metódico, intimista y solitario que delimitó un programa estético gobernado por la intuición, el goce y la contemplación, el cual configuró un ethos de trabajo austero y disciplinado, que lo fue alejando de las rutinas de la sociabilidad contemporánea hasta encontrar en la imagen una nueva realidad para desplegar el lenguaje secreto de las cosas.
Bienvenida primavera reúne una serie de collages realizados en 2013. El degradé de colores estridentes y bien primaverales da marco a una gran imagen central de inspiración botánica y toques fantásticos, que el artista realizaba de un solo corte. La destreza en el uso de la tijera era notable, como si se tratara de un único trazo a mano alzada. La precisión del corte, y ese dejarse llevar por la forma que iba descubriendo en el deslizamiento del filo, le permitían convertir las fotografías que encontraba en las revistas que conservaba como stock de imágenes en formas exquisitas. Remotamente podemos adivinar la referencia de los artistas surrealistas europeos que tanto admiró, Juan Batlle Planas con sus Radiografías paranoicas y, más cercanamente, Fernanda Laguna, con quien compartió la utopía de los primeros años de Belleza y Felicidad, ese centro cultural polirrubro que le permitió vivir de la venta de sus témperas, que circulaban a precios muy accesibles en los años del colapso de 2001.
También incluimos un conjunto de acrílicos de mediano formato que realizó en 2016, pocos meses antes de su muerte, donde logró esa convivencia tan singular entre geometría, ornamentación y botánica. Estos jarrones que comenzó a pintar en 2013, que sorprendieron por su gran tamaño, tan infrecuente en su obra, desplegaban deliberadamente un contraste de estilos pictóricos que solía describir como la “batalla de los ismos”, entre la precisión analítica del cubismo y la pincelada agresiva del expresionismo.
Bienvenido, Alfredo Londaibere, una vez más, a este gran teatro de la pintura que conserva todos los secretos que resguardaste en la belleza cifrada de tu obra.
Buenos Aires, verano de 2019
Apuntes biográficos de Alfredo Londaibere
Artista y docente. Su verdadero apellido era Londaitzbehere, y así firmó hasta comienzos de os años 90, cuando empezó a usar el nombre con el que se hizo más conocido en el medio artístico. Inició su formación en los talleres de Carlos Kurten (1967), y posteriormente estudió con Araceli Vázquez Málaga, entre 1973 y 1977. Durante los 80 expuso sus primeros trabajos en bares y discotecas. Hacia finales de la década aparecen la trama y el ornamento en sus series pictóricas y collages, al tiempo que parodia ciertos usos bastardeados por la pintura de gesto expresionista.
Desde la fundación de la galería de arte del Centro Cultural Ricardo Rojas, formó parte del grupo de artistas vinculados a la gestión de Jorge Gumier Maier. Allí presentó en 1989 su primera exposición individual, Mapas y pinturas. Luego volvió a exhibir en 1991, con curaduría de Magdalena Jitrik. En las obras del período parece estar desmontando una tradición artística ligada a la fuerza y la masculinidad como atributos de la pintura. De este modo, el dripping se volvió una lluvia de colores que semejan composiciones escolares resueltas con plasticola, papel glasé y calcomanías. Un repertorio visual que revaloriza las prácticas comúnmente denominadas “artesanías femeninas”.
En 1991 participó de la primera edición de la Beca Kuitca, junto con Jitrik, Graciela Hasper, Tulio de Sagastizábal, Daniel García, Daniel Besoytaorube, entre otros. Fue becado por la Fundación Antorchas en 1995 para asistir al Taller Barracas, bajo la guía de Luis Fernando Benedit y Pablo Suárez. Fue docente en el área de artes plásticas del Centro Cultural Ricardo Rojas hasta su muerte. Entre sus muestras individuales se destacan las realizadas en la galería Mun en 1993 y 1994, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) en 1996, en la Alianza Francesa en 1998, con curaduría de Sonia Becce; en 2005 en el Centro Cultural San Martín, dentro del ciclo El artista como curador, coordinado por Laura Batkis, y en la galería Nora Fisch en 2015.
En 1997 reemplazó a Jorge Gumier Maier como curador de la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas hasta 2002. Recibió el Primer Premio de Pintura del Banco Central de la República Argentina en 2015, y el Primer Premio Fundación Andreani en el mismo año.
Actualmente el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires trabaja en su primera exposición retrospectiva, luego de su temprana muerte sucedida en 2017, con curaduría de Jimena Ferreiro.
PRENSA
11 de Septiembre de 2017
COMO PENSAR EL ARTE DEL SIGLO XX
Laura Isola
Leer artículo
11 de Septiembre de 2017
COMO PENSAR EL ARTE DEL SIGLO XX
Laura Isola
Leer artículo
DESCARGAR PDF
Descargar el cv del artista en formato PDF.
Para poder abrir este archivo es necesario Adobe Acrobat Reader