Espada
17 de Marzo al 28 de Abril 2017
INFORMACIÓN
Estas obras marcan una nueva etapa en la obra de Sofia Bohtlingk; no hay un corte brusco, sino un deslizarse hacia otros intereses y abordajes. En años anteriores se concentró en la idea de la pintura como registro de ritmo y acción sobre la superficie. El cuerpo humano, más específicamente el suyo, era la vara, la medida; el largo de su brazo deslizando el pincel sobre la tela. Ausente cualquier intento de composición, concentrada en lo performático del gesto de la pintura, permitiendo que este ritmo determine qué será la obra. Pero, en sus palabras, “apareció la necesidad de recuperar algo de ficción, no digo lo figurativo, pero sí un elemento de ficción. Ya el año pasado trabajé con la idea de corte brutal, en las esculturas de bloques de vidrio. Me interesan ahora las nociones de fuerza, de mucho peso, ciertas variables físicas.” El uso de la moladora para trazar gestos sobre la superficie de madera implica no sólo un movimiento que requiere fuerza sino también algo de peligro. Intentando dibujar líneas curvas con esta máquina, Sofia rompió más de diez discos de metal cortante. “La moldadora es más rápida que yo, me saca de las nociones de ritmo y acción, de la idea de no componer la obra, incorpora un elemento de ficción en el que hay velocidad, fuerza y peligro”.
La incorporación de fragmentos de cemento provenientes de procesos fallidos u obras rotas es otra de las novedades. Sofia los guarda, los colecciona, los organiza. Esta acumulación de fragmentos es ordenada en líneas paralelas “como si fueran aletas de tiburón”. Cemento y ladrillo son protagónicos, producto de un momento en que se le revelaron como materiales. “Una vez pasé por unas casas en construcción, estaban en la etapa de ladrillo y cemento. Tuve uno de esos momentos de “Aah!!”. Eran casas desnudas, en estado de vulnerabilidad absoluta.” Así como en la obra anterior la vara era el cuerpo humano, ahora es la unidad ladrillo, medida universal, no arbitraria. Cada obra contiene un solo ladrillo partido en fragmentos. Sofia descubre que al tirar de gran altura un ladrillo se rompe en partes iguales, lo reintenta y sucede lo mismo, como si hubiera una inteligencia-ladrillo, una voluntad-ladrillo.
Si el ladrillo puede hundirse en el marco de la tela y ser pintura, también la pintura puede ser pared. En la obra instalada en el espacio se revela el afuera y el adentro, los procesos de construcción, lo que sostiene. El contrapunto del cemento en la obra de Sofia viene siendo desde hace unos años el azul. Si bien en series anteriores apareció el azul mar interrumpido por los huecos blancos, aquellas se generaban desde otro abordaje, desde el fluir del movimiento y el ritmo de pinceladas. En la obra incluida en la muestra, en cambio, el objetivo es frenarse. “Podría llenar la tela con pinceladas…tac…tac…tac.. Pero no. El gesto acá es detener el impulso”.
A pesar de estar “terminadas”, las obras entraron a la galería para su instalación como si estuviesen todavía en un estado de indefinición, el montaje fue la continuación del trabajo en el taller, donde se probaban cosas, se modificaba la obra en relación al contexto. No sólo evidenció un concepto de la producción artística que enfatiza el proceso más que el resultado final, sino algo más profundo, como si la obra existiera en un presente extendido, sujeta a modificarse permanentemente, a que se rompa, a que nuevas partes se incorporen, a que se repinte algo, o que más tarde se estire la tela en un bastidor, pero antes viva un tiempo colgada de grampas, no importa si está en el taller o en la galería. Improvisación, en el mejor sentido de la palabra, no el peyorativo, sino el puro presente de la improvisación del jazz, que siente, piensa y reacciona en cada instante y modifica la obra cada vez que interactúa con ella.
Este presente continuo de la obra es para Sofia una manera de empaparla de la urgencia y el ritmo de lo cotidiano, como si el proceso de hacer la obra no terminara. “Una obra en vivo. Mirando estas obras es como verlas haciéndose, en tiempo real. No hay artificio, no tenés esa reacción “¿Cómo habrá hecho eso?”. Está todo revelado. En la obra que presenté en el Premio Braque una gota de óleo azul cae de un bidón a un contenedor de cemento. Es el estado del óleo una vez fuera del pomo y antes que llegue a la tela. Eso resume la idea de un tránsito permanente de la pintura, un estado de proceso continuo.”
PRENSA
30 de Marzo de 2017
PONER EL CUERPO
Daniel Gigena
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11 de Septiembre de 2017
SOFÍA BÖHTLINGK
Revista MARMOL
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