Amadeo Azar, Erica Bohm, Eduardo Costa, Bruno Dubner, Marcelo Grosman, Raúl Flores, Gastón Pérsico, Gabriela Schevach, Rosana Schoijett, Marcela Sinclair, Cecilia Szalkowicz y Osías Yanov
1 de Julio al 26 de Agosto 2016
INFORMACIÓN
Las fotografías hoy en día se nos presentan ubicuamente, aparecen y son hechas en todos lados, suerte de interfaz primario entre lo público y lo privado, entre lo destacable y lo banal. Registros que en gran parte van a ser vistos únicamente en el momento de ser hechos, para quedar rápidamente olvidados en alguna memoria “externa”. Pero aún con esa inmaterialidad digital flotando en el mundo de las cosas, algunas imágenes resisten esa intención de convertirse rápidamente en un fetiche, en un mero desviador de la mirada, para intentar transformarse en un objeto que funcione como un freno: funcionar como una pausa, un silencio en el medio de la aceleración líquida de las cosas.
Inmovilidad y silencio también siempre fueron las características de la escultura. A pesar de que se trata de un medio más frecuentemente asociado con la pintura, la fotografía y la escultura comparten procedimientos en sus formas de producir y representar. Mientras una esculpe en el tiempo, la otra retrata el espacio, sus volúmenes, sus formas. Ambas podrían pensarse como procedimientos extractivos: el cincel iba sacando partes del bloque de piedra mientras el revelado fotográfico retiraba las sales de plata no quemadas por el efecto de la luz.
Pero es cuando se piensa la objetualidad, la fisicalidad misma de las fotografías cuando se las acerca más indiscretamente al universo de la escultura. Es allí, en esos intersticios entre la bidimensionalidad y la tridimensionalidad, entre lo líquido y lo sólido, entre la impresión de la luz y la sensitividad de las superficies, donde se proyecta este “plan de evasión”. Los planos de un campo expandido donde se entremezclan objetos, espacios y cuerpos.
En la cárcel insular imaginada por el gobernador Castel en la novela Plan de evasión de Adolfo Bioy Casares, se prepara una especie de revuelta de los sentidos en que las cosas dejan de ser lo que son para transformarse aparentemente en otras. En esta exhibición, las fotografías se camuflan en esculturas y las esculturas se esconden en las fotografías, operando unas sobre las otras. Como en la novela, los nervios ópticos se funden y se confunden con los táctiles para empezar a ver con las manos. Con obras que van desde las transmutaciones corporales de Osías Yanov, Eduardo Costa, Raúl Flores y Marcelo Grosman, hasta las de las geografías espaciales de Amadeo Azar, Bruno Dubner o Erica Bohm, pasando por la investigación sobre la materialidad misma de los soportes en las obras de Marcela Sinclair, Gabriela Schevach, Gastón Pérsico, Rosana Schoijett y Cecilia Szalkowicz.
Una exploración de los límites y las posibilidades de los lenguajes de la representación, en un juego de espejos de ausencias que se convierten
presencias y en donde las formas se parecen a las imágenes.
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